Levi Lomey: De Sudáfrica a las pasarelas de alta costura

Usaba gafas, tenía brackets, jugaba al ajedrez y llevaba un cubo de Rubik a la escuela, así que nunca imaginé convertirme en modelo. Recuerdo el día en que mi maestro anunció que había sido seleccionado para desfilar en el desfile de moda de mi escuela. Pensé que era una broma o un comentario hecho en tono de burla. Desfilar en un desfile de moda era lo último que quería. No quería hacerlo. Tenía 14 años. Lloré. Pensé que mis amigos se burlarían de mí.
Mi hermano me dijo que, si modelaba, podría viajar por el mundo, conocer chicas hermosas y ganar mucho dinero. ¿De qué se iban a reír? El premio era un contrato de modelaje con “Boss Models”, una de las principales agencias de modelos de Ciudad del Cabo. Para mi sorpresa, ese desfile cambió el curso de mi vida para siempre. Poco después, comencé a asistir a castings y, de manera inesperada, conocí a una agencia parisina que estaba buscando talentos para la semana de la moda. Para poder desfilar en la Semana de la Moda de París, tendría que presentar mis exámenes de mitad de año un mes antes que el resto de mis compañeros. Por suerte, el director accedió. En cuestión de semanas, estaba en un avión.
Crecí en Sudáfrica, donde el mundo más allá parecía tan lejano. A diferencia de Europa, donde un corto trayecto en tren te lleva a otro país, salir de Sudáfrica implicaba un vuelo de al menos 10 horas. Para mí, esa distancia hacía que cada oportunidad se sintiera como una bendición. El modelaje se convirtió en mi pasaporte al mundo, llevándome a lugares con los que solo había soñado. No se trataba solo de visitar nuevos lugares, sino de descubrirme a mí mismo y trazar mi propio camino.
Llegar a París fue como estar en una película. En aquel entonces, no había smartphones ni GPS. En su lugar, me dieron un mapa y una lista de direcciones para mis castings. Cada día me sentaba con ese mapa, trazando mi ruta por una ciudad desconocida. La Semana de la Moda impulsó toda mi carrera de modelaje. Terminé desfilando para Dior y Kenzo, y posando para la revista Vogue Japón. ¡Desfilar en el show de Dior fue surrealista! Celebridades como Usher y Karl Lagerfeld estaban sentados en las primeras filas, y frente a mí había una pared de cámaras. No dejaba de preguntarme si todo eso era real.
Uno de los rodajes más interesantes que he hecho tuvo lugar en una azotea de Barcelona. El concepto era una gran fiesta en la azotea, con 30 miembros del equipo y más de 50 extras. Los modelos no sabíamos todos los detalles del rodaje hasta que llegamos, algo muy típico. Resultó que íbamos a lanzarnos a una piscina, besarnos bajo el agua y girar al salir, todo mientras un equipo de filmación subacuático nos grababa.
Una de las cosas que más me gusta del modelaje es la gente que he conocido en el camino. Es una industria llena de sorpresas. Podrías pensar que todo se trata de apariencia, pero he conocido modelos que eran ingenieros biomoleculares, músicos, maestros, artistas e incluso investigadores trabajando en tratamientos contra el cáncer. Es un crisol de culturas, y la diversidad de experiencias da lugar a amistades realmente fascinantes. Esta industria no se trata solo de belleza, sino de conectar con personas que nunca esperarías conocer.
Si pudiera dar un consejo a los modelos aspirantes, sería este: las relaciones lo son todo. Tu manager se convierte en tu padre o madre adoptivo; elige con cuidado. Es quien contesta las llamadas de los clientes con trabajos de gran presupuesto y decide que tú eres la persona adecuada para el trabajo. Trátalos bien, con respeto y amabilidad. El mundo del modelaje es más pequeño de lo que parece, y las noticias viajan rápido. Al final del día, se trata de algo más que tu apariencia: es la energía que aportas al set y cómo haces sentir a las personas cuando no estás presente. La vida no es tan seria como parece, y a veces solo tienes que dar un salto de fe. Las palabras de mi hermano cuando no quería desfilar, “No mires atrás pensando ‘¿y si?’”, fueron el empujón que necesitaba. Mirando atrás, estoy agradecido por ese empujón y por el viaje que siguió. Ha sido una experiencia increíble, ¡una que no cambiaría por nada!